La carta recorre desde el noroeste en baja California hasta el sureste en Quintana Roo. Un total de 32 estados plasmados en cada una de las creaciones presentes en ella que sintetizan las diferentes opciones culinarias dentro del país. Por supuesto, también destaca el apartado destinado a las bebidas. Una elaborada propuesta de coctelería, repleta de autenticidad como toda la carta, en la que no pueden faltar las micheladas, una excelente selección de mezcales, y uno de los grandes clásicos de la cultura mexicana: las margaritas.
La propuesta, diseñada por el chef mexicano Nacho Oropeza, transporta al comensal a los sabores más auténticos de esta gastronomía usando los ingredientes que esta cocina ofrece y que hacen de cada bocado algo sorprendente. Una celebración de los sentidos en la que no falta la explosión en el sabor y color de los platos.
Ubicado en la Plaza de República de Ecuador, Iztac abre sus puertas en el mismo espacio en el que en 1959 se inauguró Mexico Lindo con el fin de continuar con el linaje, cultura y tradición del que fue el primer restaurante mexicano de Madrid.
El espacio recibe su nombre de la leyenda de los amantes Iztaccíhuatl y Popocatépetl. Una historia de amor ambientada en el esplendor del Imperio Azteca que relata la tragedia de estos dos enamorados. Dominado el Valle de Mexico por los Aztecas, numerosos pueblos vecinos cansados de pagar el tributo obligatorio, decidieron luchar por la libertad de sus pueblos. Uno de ellos, el cacique de los Tlaxcaltecas, y padre de la joven y bella protagonista, Iztaccíhuatl, depositó su confianza en el joven guerrero prometido de su hija, Popocatépetl, para liderar a su pueblo. Popocatépetl partió a la batalla con la promesa de tomar la mano de Iztaccíhuatl si regresaba victorioso de la misma. Al poco tiempo, un rival del joven, celoso del amor que ambos se profesan, confesó a Iztaccíhuatl que su amado había muerto durante el combate. Abatida por la tristeza y desconociendo que aquello era mentira, Iztaccíhuatl murió. Un hecho que Popocatépetl no supo hasta su regreso. Entristecido por la noticia, decidió honrar su amor y mandó construir una gran tumba ante el sol amontonando diez cerros formando una montaña. En brazos cargó el cuerpo de su enamorada hasta la cima. Una vez allí, el joven lo recostó sobre el suelo y le dio un beso póstumo. Con una antorcha en la mano se arrodilló junto a su amada para velar por su sueño eterno. Desde entonces han permanecido juntos uno frente al otro. Con el paso del tiempo y la nieve cubriendo sus cuerpos, los jóvenes se convirtieron en dos grandes volcanes que seguirán unidos así hasta el fin del mundo. La leyenda añade que cada vez que Popocatépetl se acuerda de Iztaccíhuatl el volcán arroja cenizas en un símil a la pasión eterna de su antorcha echando humo.